LA ESPERA
- Franyelis Álvarez Dávila
- 1 jun 2016
- 2 Min. de lectura

Ella quería caminar pero ya era muy tarde, así que decidó tomar el autobús verdoso que pasaba frente al parque donde tantas veces me divirtió. Se sentó un rato y entre miradas y pensamientos empecó a volar, hasta que el reloj la hizo aterrizar. Por allá, en la otra esquina se asomaba con su gran trompa el tan esperado transporte.
Se sentó en la tercera fila del lado derecho, extrañamente no tenía tantos pasajeros y entre esos había una mujer sentada justamente al frente pero sólo podía apreciar su cabello rubio teñido, tenía un aspecto bastante extraño, se notaba áspero de esos que se expresan libremente, además que el viento también hacía de las suyas, notó que llevaba anillos y por sus manos pecosas asumó que tenía como unos 40 y tantos, parecía preocupada o ansiosa, miraba muy seguido su reloj, de seguro viene del trabajo y está desesperada por ver a sus niños, o quizás va a una cita y se le hizo tarde.
Ya eran 6:50pm, estaba obscureciendo, hacía frío y para su mala suerte no traía nada para cubrirse. Quería un abrigo así como el de ese señor, el que está a su izquierda, se ve tan cómodo ese abrigo, él se ve como dormido. “¿Será que se durmió?, no entiendo cómo la gente se puede dormir en un autobús y despertarse justamente cuando van a llegar a su destino, yo creo que desarrollaron muy bien su olfato”.
“¿Otra parada?, creo que hoy llegaré más tarde que nunca. Ahí viene una mujer pero no sé, me falla la vista o es mi mamá, ¿qué hace tomando el autobús por estos lados y a esta hora?. Ella no solía salir nunca a esta hora, jamás. ¿A dónde va? ¿Será que va a visitarme?, la extraño tanto, yo sé que mi hermano la necesita y esto sonará egoista, pero yo también la necesito, ¿será que le falta mucho?. Me sentaré a su lado como de constumbre, aunque sé que no lo notará. Esto es tan difícil, extraño tanto su calor y hasta los gritos de mi hermano, espero que este domingo me lleve las margaritas que tanto me gustaban”.
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